Woyzeck, respiración entrecortada, agitación, mirada perdida, pero concentrada; ojos que miran al vacío, terror al vacío y una espalda encorvada; el hombre experimento, el hombre animal y la sociedad con su discurso falaz. Lamento hacia lo alto, repudio hacia lo bajo. Pero la tierra, la naturaleza, hermoso poema que puedes descifrar como códigos que merodean en tu espíritu. Pienso, pienso. Piensas demasiado, Woyzeck. Pero la razón entronizada, o la sinrazón. ¿Quién es el que piensa verdaderamente? La reflexión y el sentimiento lo llevas en tus ojos. ¿Quién es el loco? Woyzeck está loco, Woyzeck apesta. El crimen de un hombre versus el asesinato del Hombre aceptado por toda una sociedad que aniquila lo humano. Humano, demasiado humano. ¡Ecce homo! El animalito de la ciencia, el torturado en lo oscuro, el grito en lo secreto. Una víctima de sus instintos o un ser gritando la necedad, denunciándola. Y parámetros morales y legales inicuos, porque avalan, legitiman la crueldad en corazones de piedra y cerebros llenos de párrafos aprendidos, sin sentido, desligados de sus contenidos, mutilados, como tú en lo secreto. Y el hombre solo, el niño siempre en soledad. Sin padres, sin madres, sin hermanos. El no deseado para una sociedad mercantilista y tecnócrata. El alienado ya en su pequeñez. El buscador. Y el desencanto. Todo es nada y es más soledad.
Woyzeck, el indigente, el miserable, la naturaleza cuya irrupción debe ser apabullada. El cadáver y un rostro impávido, pétreo, acartonado. Y ningún abrazo. No se acercan, no te ven, no comprenden. Cargar con la aflicción, el yugo de una opresión interior, que es externa, sobreviene de fuera y propone la anulación del alma. ¿¡Dónde estás, hermano!? Hombres solitarios entre las máscaras de una multitud sedienta de deseo, rebalsada de instinto y sentidos, cosificada de sentimientos.
Woyzeck apesta a crimen, a diferencia, a rebeldía a corazón abierto. Su hedor de muerte irrumpe violentamente en la buena conciencia de los individuos. Woyzeck es un espejo. Imagen refractada de lo terrible. Esperpento de la realidad. Subversivo por sentir y por pensar, por poseer una clarividencia subversiva. Es el hombre que no sabe y no actúa. No sabe, no razona como ellos, no cree en lo que ellos. No actúa, no se desenvuelve en la sociedad como ellos, no se comporta como ellos. Pero sabe, reflexiona. Pero actúa, mata, y antes ya lo han asesinado. Ellos.
El infierno es frío, el infierno es helado. La tierra es un infierno; los hombres, seres congelados. Corazones de hielo. Momias lascivas en un aquelarre de lujuria. La luz es intensa. Rojo sangre: Labios rojos: Sexo atropellado. Un niño. El hombre como un niño solitario que busca a Dios. Dejen que los niños vengan a mí. ¿Quién es, cómo es Dios? Toda autoridad es opresiva. Aprendemos a servir como esclavos, hay que repetir, no sentir, no pensar. Piensas demasiado, Woyzeck. No hay padres ni hogares. El tiempo se acaba. Hay que trabajar, cansarse, correr, cavar y cavar, limpiar y limpiar la mugre de este mundo, cavar el corazón, que la sangre se derrame, que el calor se expanda, que el rojo inunde, bañe, tiña. Seguir, nunca detenerse. Sí, señor, a la orden, señor. Señor, Señor, ¿dónde estás? Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Hacia dónde ir? ¿De dónde vendrá la liberación? ¿Es hacia fuera, es hacia dentro el camino? Cavamos una fosa en el cielo. En el cielo tendremos que servir a los ángeles. ¿Es que nunca nos desharemos de las cadenas? Aprende, repite: un hombre virtuoso es eso, un hombre con buena conciencia. La virtud es virtud. Sí, señor, pero la naturaleza aflora, señor. No puedo más, señor, no resisto, no... ¿Oh Dios, por qué me has abandonado?
MBL
* Este pequeño texto está inspirado en la puesta en escena de Woyzeck, de Georg Büchner, llevada a cabo en el Teatro San Martín, allá por junio de 2006, en una versión de Ricardo Ibarlucía, dirigida por Emilio García Wehbi. Las frases en itálica reproducen textualmente, muchas de ellas, las que componen la obra del autor y/o de su adaptación, y algunas otras son de público conocimiento.
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