Inseguridad colectiva, la gran masa de la seguridad ficticia. Vos en medio de la multitud, con una soledad consciente a cuestas que es dardo terrible para el alma. Ir y venir de vasos y cigarrillos, luces de todos colores, el humo que juega con los efectos visuales; ¿cómo estás-todo bien?, y el ruido ensordecedor-consolador. Ya no nos escuchamos, qué pena, seguiremos solos. Sabés que es mejor eso que pensar. La lucidez existencial, ese abismo al que evitamos caer, el precipicio que no queremos ver. Vital indiferencia, carencia-ausencia-esencia, conciencia-sapiencia-violencia en cadencia de presencias. Desligazón y ligazón sin raíces profundas. Tenebroso estrépito que sacude la estantería de las certidumbres vacías...
Planetas urbanos en el caosmos del sistema social, pequeños astros conectados por el beep satelital de un teléfono, en perpleja continuidad condicionada a los horarios de los cometas mayores que prescriben movimientos, direcciones, expresiones, decisiones, comentarios diametrales, bidimensionales respecto de la sucesión interior de los tiempos.
Y de pronto estás en un pub del Abasto, en el cumpleaños de una amiga, rodeada de gente que baila, grita, salta, y la música al mango por todas partes; sombras agazapadas, vociferándose, abrazándose, chocando vasos de cerveza, ofreciéndote una y vos que no, gracias, y sonreís. Impensadamente, ya hace media hora que hablás con él, que sutilmente se han conectado, no sabés cómo, no entendés sobre qué coordenadas específicas, con el taladro de los ruidos detrás, alguien, el tipo que tenés frente a vos, ha acertado la posición de una de las piezas del rompecabezas de tu ser. Y el encuentro se da entre frases aparentemente inconclusas, que en esencia configuran la escena de un momento efímero de cercanía. Los dos planetas se indagan, se miran, se huelen, se buscan entre las palabras que vuelan por las ondas del sonido estridente, y que con fuerza allanan el camino etéreo de las voces parra arribar sólo a tu oído, a tu corazón quizás, y guarecerse allí del sofoque exterior. Notás que la corriente de sus pensamientos te está horadando los sentidos, y sutilmente propicia un respiro para tu ansiedad y te sustrae de ese ambiente, y entonces son ustedes dos, y el resto del mundo no importa. No interesa, sino en la medida en que tendió un puente y sostuvo en su refugio a dos almas, en tanto que aquel confuso contexto los ligó de manera extraña, loca, y supiste con una mirada y una sonrisa que llegabas a una suerte de estación de salvación.
MBL
Planetas urbanos en el caosmos del sistema social, pequeños astros conectados por el beep satelital de un teléfono, en perpleja continuidad condicionada a los horarios de los cometas mayores que prescriben movimientos, direcciones, expresiones, decisiones, comentarios diametrales, bidimensionales respecto de la sucesión interior de los tiempos.
Y de pronto estás en un pub del Abasto, en el cumpleaños de una amiga, rodeada de gente que baila, grita, salta, y la música al mango por todas partes; sombras agazapadas, vociferándose, abrazándose, chocando vasos de cerveza, ofreciéndote una y vos que no, gracias, y sonreís. Impensadamente, ya hace media hora que hablás con él, que sutilmente se han conectado, no sabés cómo, no entendés sobre qué coordenadas específicas, con el taladro de los ruidos detrás, alguien, el tipo que tenés frente a vos, ha acertado la posición de una de las piezas del rompecabezas de tu ser. Y el encuentro se da entre frases aparentemente inconclusas, que en esencia configuran la escena de un momento efímero de cercanía. Los dos planetas se indagan, se miran, se huelen, se buscan entre las palabras que vuelan por las ondas del sonido estridente, y que con fuerza allanan el camino etéreo de las voces parra arribar sólo a tu oído, a tu corazón quizás, y guarecerse allí del sofoque exterior. Notás que la corriente de sus pensamientos te está horadando los sentidos, y sutilmente propicia un respiro para tu ansiedad y te sustrae de ese ambiente, y entonces son ustedes dos, y el resto del mundo no importa. No interesa, sino en la medida en que tendió un puente y sostuvo en su refugio a dos almas, en tanto que aquel confuso contexto los ligó de manera extraña, loca, y supiste con una mirada y una sonrisa que llegabas a una suerte de estación de salvación.
MBL
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